Todas las culturas que han albergado la elaboración de vino lo han hecho de un modo particular e identificativo. En la provincia de Cádiz existen varias tipologías pero, en todas ellas, se puede encontrar la huella de todas las culturas que por aquí han pasado.
Tanto las técnicas de cultivo como las de construcción han dado lugar a un paisaje característico e identificable con facilidad con tan sólo la observación
El paisaje que contemplamos es resultado de la evolución natural y de la actuación humana.
Naturaleza
La disposición del terreno en sucesivas lomas y valles de suaves pendientes hace que, al pronto, nos parezca que fuese un mar bravío solidificado.
Este relieve se levanta sobre el lecho del mar y la posterior marisma que ocuparon esta zona en tiempos antiquísimos. Más adelante, el plegamiento alpino (entre 68 y 1,5 millones años a.C.) produjo esta forma ondulada e hizo aflorar la albariza.
El notable contenido en carbonato de cal aporta ese color blanquecino, y ahí el nombre (albus, en latín) a las tierras albarizas, que están compuestas también por arcilla y sílice.
Precisamente, esta sílice proviene de caparazones y conchas de microorganismos marinos milenarios. Su presencia da finura a la albariza.
Cultura
El hombre es el responsable del viario, del parcelario, del cultivo y de la arquitectura.
Las casas de viña que se sitúan en algunas de estas lomas se datan entre mediados de los siglos XVII y XIX, que fue un largo periodo de auge del negocio vinatero.
Es probable que algunas de estas casas de viña estén levantadas sobre restos de otras edificaciones más antiguas: villas romanas, alquerías medievales…
Muchas de estas casas, por necesidades de diferente tipo, han sido objeto de reformas y ampliaciones más de una vez; no obstante, en general conservan la belleza que sus constructores hicieron compatible con la funcionalidad.