Aunque no fuera habitual, tampoco se consideraba extraño que un religioso fuera propietario o tuviera en explotación un viñedo, fuera para elaborar vinos de consagración o no.
La identificación de El Puerto de Santa María con la producción vitivinícola es tal que, estar vinculado de forma directa o indirecta con un viñedo o una bodega, era lo común independientemente de su ocupación o estrato social.
Fue Crisanto-Miguel Winthuyssen Tisio (presbítero) quien formó esta viña con una suerte recibida de sus padres, Juan-Bautista Winthuyssen Gallo y Juana-Estefanía Tisio Salas, en 1752, y otra de María-Teresa Trapiero, en 1765.
El importante empresario José-María López Martínez (gran propietario de tierras, bodeguero, comerciante así como caballero de la Real Maestranza de Caballería de Ronda y regidor del Ayuntamiento de El Puerto) la compró en 1820, la plantó de viña nueva y edificó la parte de la casa y aljibe.
Parece ser que fue él quien le dio el nombre de La Tula (variante abreviada de Gertrudis), en memoria de su primera mujer: María-Gertrudis de Salas.
Posteriormente, la viña le llegó por vía de herencia a Vicente Urruela Castrisiones.