Así se denomina a la mujer dedicada a la explotación, recolección o elaboración de utensilios con esparto, una planta silvestre a la que se asocia íntimamente la cultura mediterránea y para la que un terreno árido y calizo como la albariza es muy apropiado.
Fue fundamental para elaborar objetos de uso doméstico e incluso prendas de vestir, de los que existen vestigios con 6000 años, hasta prácticamente la mitad del siglo XX.
Entre finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII, la familia Tovías formó esta viña mediante la unión de tres pequeñas parcelas.
Pedro-José Biñalet (empresario de origen francés) la compró en 1758. Tras su fallecimiento, su viuda, Juana Márquez, encomendó la administración de la viña a cargo del presbítero Sebastián Morales, que años después, en 1799, la adquirió a los hijos del matrimonio Biñalet-Márquez, motivo por el que, durante un tiempo, la finca fue conocida como la "Viña del Cura Morales".
En 1819, la finca fue comprada por María-Soledad Castro Brea, a quien es probable que se refiera la denominación La Espartera, pues es años después cuando aparece por primera vez con ese nombre en la documentación existente; pero puede que también fuese anterior y recuperado con posterioridad.
Esta denominación no es de extrañar porque el esparto, por económico, versátil y resistente, estuvo muy ligado a las labores de la viña y el campo en general para elaborar el cordaje de las monturas y otros utensilios domésticos.