La arquitectura tradicional en el entorno del viñedo no sólo se manifiesta en las Casas de Viña, existe una construcción popular que cubría las necesidades de las familias más humildes de la zona.
El chozo es la construcción, con reminiscencias ancestrales, que cubría las necesidades de economías modestas o explotaciones que tan sólo requerían de un pequeño refugio para guarecer a los trabajadores que allí desempeñaban su labor.
Se trata de una construcción modesta, normalmente asociada a una explotación agrícola o ganadera.
Su estructura es tan variada como los materiales disponibles y los usos a los que se destinara. Sin embargo, es posible establecer una descripción genérica que los identifica.
La base consistía en un murete de ladrillo o adobe o piedra (a veces con cimentación) de un metro a metro y medio de altura, con planta cuadrangular o elíptica. En su interior se alzaban dos pilares de madera (que podían ser de pita o eucalipto) de unos tres o más metros de altura, unidos entre ellos por un tercer vástago a modo de viga de sujeción. Sobre éste descansaba un extremo de un entramado de cañas, mientras el otro reposaba sobre el muro.
La cubierta estaba formada por capas de brezo o junco bien entretejido de abajo hacia arriba haciendo unas aguas muy inclinadas para facilitar la impermeabilidad.
Con el tiempo, algunos de esos chozos, como sucede en este caso, se recrecieron o transformaron con obra, sustituyéndose la cubierta con materiales no inflamables (el mayor riesgo de estas construcciones).
No era extraño encontrar habitáculos adosados para los aperos o el ganado (monturas, gallinero y/o porqueras) a los que, según casos, se podía acceder desde el interior.